Hablar de las emociones a través del cuerpo: un camino hacia la conexión con personas autistas
- Clinica León
- 9 jun
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Hablar de emociones con personas autistas a través del cuerpo no solo es eficaz — es profundamente humano, respetuoso y compasivo. Muchas personas autistas sienten las emociones con gran intensidad, pero tienen dificultades para identificarlas o verbalizarlas. Las palabras pueden resultar confusas, abrumadoras o simplemente inaccesibles en determinados momentos. Pero el cuerpo — el cuerpo siempre habla.
Para muchas personas, la emoción se manifiesta primero como una sensación física: el corazón acelerado, el estómago encogido, las manos que aletean, el caminar nervioso, la parálisis, o el recogimiento hacia el interior. Estos no son “comportamientos a corregir”, sino emociones que buscan una vía de salida.
Como cuidadores, madres, padres, educadores o terapeutas, podemos aprender a escuchar el cuerpo. Si vemos que un niño se abraza a sí mismo, podemos decir con suavidad: “Veo que estás haciendo un ovillo… ¿puede ser que estés nervioso?” Si un adolescente camina de un lado a otro, podemos comentar: “Veo que te mueves mucho… ¿quizá te sientes agobiado?” Este tipo de reflejo emocional corporal da permiso para sentir, sin exigir una explicación verbal.
El movimiento también puede ser una herramienta para sanar. Saltar para soltar la rabia, apretar algo blando cuando sentimos ansiedad, estirarnos cuando estamos sobrecargados. Incluso caminar al lado de alguien —en lugar de cara a cara— puede invitar a hablar sin sentirse juzgado. Las emociones, cuando se quedan atrapadas en el cuerpo, pueden convertirse en bloqueos, aislamiento o estallidos. Pero cuando enseñamos a reconocer esas señales y a trabajar con ellas, abrimos la puerta a la autorregulación y a la conexión con uno mismo.
Esto es especialmente importante para personas autistas, cuyo mundo interior suele ser rico y lleno de matices — pero difícil de traducir en palabras. Hablar a través del cuerpo valida su experiencia como real y valiosa, tal y como es. Dejamos de exigir respuestas y empezamos a ofrecer comprensión.
Está bien si no salen las palabras. Está bien si el niño no dice “tengo miedo”, pero se envuelve en una manta. Eso es comunicación. Eso es emoción. Y cuando lo vemos, lo nombramos con suavidad y le damos espacio, construimos confianza.
Apoyar el desarrollo emocional en personas autistas no consiste en forzar el lenguaje, sino en ofrecer seguridad, paciencia y respeto por la forma en que la emoción vive en su cuerpo. Cuando les encontramos ahí, les decimos: “No necesitas explicarte para que te entienda.” Y ese es uno de los mayores regalos que podemos ofrecer.
Ayudar al niño a reconocer sus emociones a través de las sensaciones corporales
Enseñar a un niño autista a reconocer lo que siente a través de las sensaciones de su cuerpo es una práctica suave, respetuosa y muy poderosa. Para muchos, el cuerpo siente antes de que la mente logre poner nombre a la emoción. Ayudar al niño a prestar atención a esas señales físicas crea un puente entre la experiencia y la comprensión.
Podemos empezar bajando el ritmo e invitando a observar: “¿Qué notas ahora en tu cuerpo?” No es lo mismo que preguntar “¿Estás enfadado?” — es más bien: “¿Notas el pecho apretado?”, “¿Tienes calor en las manos?”, “¿Sientes que tus piernas quieren moverse?” No buscamos respuestas correctas, sino despertar la curiosidad por lo que pasa dentro.
Esto se puede convertir en una rutina diaria, usando dibujos, esquemas del cuerpo, o simplemente coloreando zonas donde sienten “cosquillas”, tensión, nudo o cansancio. Poco a poco, el niño construye un mapa interno: “Cuando siento mariposas en la barriga, suele ser que estoy nervioso.”
Pero sobre todo, este enfoque enseña que su cuerpo es importante, una fuente valiosa de información. Aprenden a confiar en sus propias señales, en lugar de esperar a que otros les digan cómo deberían sentirse. Y en esa confianza, encuentran poder: el inicio de la conciencia emocional y, con el tiempo, de la verdadera libertad emocional.




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