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¿Cómo se siente ser hermano o hermana de un niño con necesidades especiales?

  • Clinica León
  • 13 jun
  • 2 Min. de lectura
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Ser niño o adolescente ya es algo complejo de por sí, pero cuando en la familia hay un hermano o hermana con necesidades especiales, se añade una capa más de desafíos. Los niños que crecen junto a hermanos con necesidades especiales a menudo se convierten en adultos con una empatía profunda, una gran paciencia y una madurez emocional excepcional. Con el tiempo, suelen mostrar una notable responsabilidad hacia su hermano, y con frecuencia se convierten en figuras clave en el apoyo, el aprendizaje y el vínculo con su hermano o hermana especial. Muchos niños con necesidades especiales admiran a sus hermanos, aprenden de ellos y los quieren con todo su corazón.


Pero junto a todo esto, también puede resultar frustrante —a veces incluso más que convivir con hermanos “típicos”. Un hermano con necesidades especiales puede romper cosas con más frecuencia, ser muy dependiente, hacer ruidos fuertes o comportarse de manera impredecible. Existen limitaciones familiares: a dónde se puede salir, con qué frecuencia, o cómo se reparte la atención entre los hijos. Los hermanos pueden sentir vergüenza o dudar a la hora de invitar a amigos a casa debido al comportamiento del hermano o hermana.


En familias así, es fundamental reconocer que todas las emociones son legítimas—también el enfado, la frustración, los celos, la sensación de injusticia o la incomodidad. Cuando los padres son capaces de ver esas emociones y darles espacio, se vuelven más manejables. Pero cuando se rechazan, se silencian o se consideran “incorrectas”, pueden volverse tóxicas, estallar de forma extrema o resurgir en etapas posteriores de la vida.


Un niño puede experimentar una mezcla compleja de emociones hacia su hermano con necesidades especiales: por un lado, el deseo de proteger, ofrecer amistad y brindar seguridad. A veces también hay satisfacción al sentirse admirado o por ocupar un lugar central en la mirada de su hermano. Por otro lado, pueden aparecer sentimientos de lástima, rabia, tristeza o incluso agresividad—emociones que pueden ir acompañadas de vergüenza o culpa.


Los niños que sienten que reciben menos atención pueden empezar a sentirse menos queridos o menos importantes. Si perciben que sus padres están centrados principalmente en el hermano especial, pueden desarrollar creencias como “no merece la pena pedir ayuda” o “mejor no molestar”. Pueden adoptar un rol demasiado maduro para su edad, sintiendo que siempre deben ser responsables. Algunos desarrollan miedo al fracaso—porque no sienten que tengan “permiso” para decepcionar. Otros se cierran en sí mismos, reprimen emociones y necesidades para no sentirse culpables por necesitar también algo. Con el tiempo, esta carga emocional puede derivar en ansiedad, depresión o una autoestima dañada.


Crecer al lado de un hermano con necesidades especiales es un camino desafiante. Pero a largo plazo, también puede forjar una personalidad profunda, sensible y madura. Se recomienda a los padres mantener una comunicación abierta, dar espacio a cada hijo y establecer momentos únicos a solas con cada uno de ellos. Todos los niños de la familia merecen sentirse queridos, importantes y valorados—simplemente por ser quienes son.

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