Terapia Basada en la Mentalización (MBT) y Habilidades Sociales en Niños y Adolescentes en el Espectro del Autismo
- Clinica León
- 6 jul
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Actualizado: 6 jul

La Terapia Basada en la Mentalización (MBT, por sus siglas en inglés) es un enfoque psicoterapéutico que se centra en la capacidad de las personas para comprender los estados mentales propios y ajenos: pensamientos, emociones, deseos e intenciones. Esta capacidad, conocida como mentalización, es esencial para mantener relaciones humanas empáticas, seguras y auténticas. En niños y adolescentes, y especialmente en aquellos dentro del espectro autista, esta habilidad puede estar poco desarrollada o afectada por experiencias de estrés emocional, dificultades comunicativas o desconexión social.
MBT no busca imponer una conducta normativa, sino cultivar una curiosidad sincera por el mundo interno del niño. Se trata de ayudarle a preguntarse: "¿Qué estoy sintiendo?", "¿Qué podría estar sintiendo el otro?", "¿Qué significa esta interacción para mí y para la otra persona?". Esta postura mentalizante permite construir puentes en lugar de muros, y convierte los desafíos sociales en oportunidades de conexión. A través de un entorno seguro y sostenido, MBT ofrece herramientas para pensar antes de actuar, regular emociones difíciles y construir relaciones basadas en comprensión mutua.
Habilidades sociales en niños y adolescentes en el espectro del autismo – un enfoque basado en la mentalización (empatía en las relaciones interpersonales)
Los niños y adolescentes en el espectro autista enfrentan con frecuencia desafíos significativos para establecer relaciones sociales profundas y significativas. Estos desafíos no suelen deberse a la falta de deseo de conectar, sino a la complejidad que implica comprender el mundo interno de los demás, identificar señales sociales y enfrentar situaciones ambiguas o cambiantes en la interacción social. Para muchos de estos niños, la experiencia social puede resultar confusa, agotadora e incluso amenazante. Como resultado, algunos pueden parecer reacios a participar, preferir jugar solos o retirarse de las interacciones sociales. Sin embargo, en muchos casos, estas conductas son estrategias protectoras, no decisiones conscientes.
Aquí es donde entra una comprensión profunda y empática que padres, terapeutas y educadores debemos adoptar: las habilidades sociales no son innatas para todos. Para algunos niños, son literalmente un nuevo idioma que requiere ser aprendido con paciencia, repetición y mucha sensibilidad. Este aprendizaje debe desarrollarse como se enseñan otras habilidades fundamentales en la infancia, pero con la conciencia de que en estos casos el proceso será más largo, más cuidadoso, y siempre respetando el ritmo del niño, sin generar sobrecarga ni vergüenza.
Este tipo de aprendizaje no ocurre exclusivamente en sesiones terapéuticas o en la escuela. Debe convertirse en parte del lenguaje cotidiano del hogar: hacer preguntas, reflexionar juntos, imaginar lo que otros pudieron haber sentido, y poco a poco, construir conexiones auténticas. Los niños en el espectro necesitan una ayuda constante, repetida, amorosa – y sobre todo, una ayuda que no vea su dificultad como un defecto, sino como una invitación a conectarse más profundamente.
En espacios terapéuticos, este tipo de entrenamiento suele realizarse en grupos pequeños de niños en el espectro, guiados por profesionales que integran el juego, situaciones cotidianas y conversaciones emocionales adaptadas a su nivel de desarrollo. Otra parte esencial del trabajo ocurre dentro de la relación terapéutica misma, en la que el terapeuta ofrece un modelo de vínculo cálido y seguro, que permite sostener conflictos sociales y fomentar el aprendizaje emocional.
Desde la perspectiva de la mentalización, las habilidades sociales no son una serie de reglas fijas que el niño debe imitar, sino competencias vivas que nacen de comprender nuestro mundo interno y el de los demás. El objetivo no es que el niño "se vea normal", sino que logre relacionarse desde la autenticidad, la curiosidad y una creciente sensación de eficacia personal.
Cada habilidad que se trabaja, desde reconocer emociones hasta manejar un conflicto, se enseña no como un mandato, sino como una herramienta para comprenderse y comprender. Así, cada situación cotidiana puede convertirse en una oportunidad para traducir la conducta en experiencia emocional: ¿Qué sentí? ¿Qué sentiste tú? ¿Cómo podemos sentirnos juntos sin dejar de ser quienes somos?
Cuando enseñamos desde el respeto, la coherencia y la empatía, las habilidades sociales no son solo instrumentos de adaptación: se transforman en raíces desde las cuales el niño puede cultivar vínculos genuinos, construir confianza y vivir relaciones con menos miedo y más presencia. Este es el corazón del proceso – y el mayor regalo que podemos ofrecerles: un camino hacia la conexión sin necesidad de dejar de ser uno mismo.




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