El trauma ocurrió en el pasado — pero sigue viva en el presente.
- Clinica León
- hace 3 días
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Actualizado: hace 2 días

Hay momentos en los que una persona camina por el mundo con el corazón roto, aunque nadie lo note. No siempre se trata de un recuerdo claro ni de un hecho específico. A veces, es simplemente una sensación difícil de explicar: una tensión constante, un nudo interno que no se deshace, miedo a la cercanía, el corazón acelerado sin una razón aparente, un vacío que persiste incluso cuando hay gente alrededor. Estas son las huellas que la trauma deja atrás.
Quienes han vivido una experiencia traumática —especialmente en la infancia o en relaciones cercanas— suelen llevar dentro un dolor profundo que continúa afectándolos mucho después de que el hecho haya terminado. Puede volverse difícil confiar. Relajarse parece imposible. Incluso en relaciones “buenas” puede surgir la sensación de estar solo, de no ser comprendido, de tener que esconder quién eres realmente. Puede haber explosiones emocionales, largos silencios, una necesidad urgente de desconectarse del mundo. Y debajo de todo eso —una sensación dolorosa de fracaso: como si no fueras suficiente, como si no estuvieras logrando nada, como si no merecieras ser querido.
Si te reconoces en estas palabras —no estás solo. Y hay un camino posible.
La terapia para personas que han sufrido trauma no se trata de reabrir heridas. Se trata de crear un espacio seguro donde, por fin, puedas dejar de cargar con tanto peso. Es un tratamiento basado en la escucha profunda y la conexión humana —un lugar donde no hace falta poner todo en palabras. Para muchas personas, puede ser la primera vez en la que se permiten estar en una relación sin encogerse de vergüenza o vivir en estado de alerta.
Este tipo de terapia no se apura en cambiarte, ni te empuja a enfrentarte con lo que no estás preparado. A veces, simplemente implica sentarse juntos, hacer preguntas pequeñas, explorar con delicadeza por qué ciertas cosas te afectan tanto —por qué, justamente con quienes más amas, puedes sentirte tan solo. No se trata de juicio, sino de una creencia profunda: todo lo que sientes tiene una razón.
La relación con el terapeuta es el corazón del proceso. No es una evaluación ni un examen, sino una relación humana real, en la que alguien está a tu lado, no frente a ti. Desde ese vínculo, pueden empezar a crecer nuevas formas de mirar, de sentir, y a veces —también— de volver a creer que algo bueno es posible.
La terapia también alcanza las relaciones que tienes hoy: el miedo al amor, el temor a la cercanía, la soledad que no desaparece ni siquiera en pareja o en familia. Poco a poco, se vuelve posible construir una cercanía que nazca desde dentro —sin abandonarte, sin fingir ser otro. Tu voz vuelve a aparecer. Tus emociones empiezan a tener forma. Y hay lugar para la tristeza, para el miedo… y también para la esperanza.
Porque al final, no necesitamos ser perfectos para merecer amor. Solo necesitamos a alguien que se quede a nuestro lado cuando todo se vuelve difícil —y no se rinda.
En nuestra clínica contamos con terapeutas con experiencia y formación específica en el tratamiento del trauma, que conocen en profundidad los matices delicados y dolorosos de las heridas emocionales. Saben cómo encontrar el ritmo adecuado, cuándo sostener, cuándo escuchar, y cuándo simplemente estar.
El tratamiento del trauma es un proceso delicado. Por eso, es fundamental acudir a un profesional cualificado y autorizado —alguien que pueda acompañarte con seguridad, cuidado y responsabilidad. Si sentís que ha llegado el momento de no estar más solo con todo lo que llevás dentro —estamos aquí. Y te recibiremos, tal como estás.
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